
Les acompaño una foto de 1996, donde estoy embarazada de mi primera hija, en la piscina (alberca) de un hotel, y CON ESPEJUELOS (lentes). Sin mis lentes no hubiera podido llegar hasta ese lugar donde estaba parada. Mi visión era solamente 20/600, mientras que lo normal es 20/20. Eso significa que, lo que una persona con visión normal ve a 600 pies de distancia, yo sólo podía verlo a una distancia de 20 pies.
El día del año 1998 que fui a entrevistarme para ver si era una buena candidata para la cirugía visual con Lasik, estaba llena de fe. Nada más que fe. El procedimiento costaba en ese entonces $4,000. Una de las razones por la que era impensable que yo tuviera esa cantidad de dinero era porque me había separado de mi esposo, con quien me había casado el 24 de mayo de 1994.
De todas formas, en el momento que esperaba mi turno sentada en el Instituto de Ojos y Piel de Carolina, no tenía un centavo. Me hicieron ver una película sobre el procedimiento y luego me entrevistó el Dr. Santiago. En ese momento el procedimiento Lasik era todavía experimental, por lo que tendría que firmar unas hojas de consentimiento. El doctor Santiago me dijo que cualificaba muy bien y me informó de los costos. Ese día le dije que volvería tan pronto pudiera reunir el dinero, y no me preocupé por nada.
Lo cierto era que yo había estado orándole a Dios para que ocurriera un milagro en mis ojos. El milagro ocurrió cuando de la nada me llegó un cheque por un poco más de 4,500.00. Tenía que ver con el sistema de retiro de los empleados públicos y con la muerte de mi padre, ocurrida dieciocho años antes.
Fui miope oficialmente desde los siete años, cuando usé mis primeros espejuelos para ver de lejos. Mucho antes de eso, recuerdo que tendría yo como tres o cuatro años cuando mis padres me llevaron a ver los barcos crucero atracados en los muelles de San Juan. Mi madre insistía que una dama me saludaba con la mano desde una escotilla, pero yo no la podía ver.
Estaba en segundo grado con Mrs. Ketty Rivera cuando estrené una horrorosa montura de plástico negro con unas decoraciones en azul a cada lado. Mis padres tomaron fotos de aquel evento, y yo por dentro deseaba no tener que ir al Colegio al otro día utilizando aquella cosa. Obviamente, tuve que ir al otro día y todos los días subsiguientes usando mis espejuelitos.
Los compañeros me llamaban cuatro ojos. A medida que yo crecía físicamente el lente de los espejuelos aumentaba en grosor. En sexto grado ya la montura no era tan negra ni tan fea, pero los lentes eran lo bastante gruesos como para ocultar mis ojazos haciéndolos ver más pequeños de lo que realmente eran. Muy pocas niñas querían ser amiguitas de la chica de los espejuelos. Los nenes, ni hablar. Las nenas más populares eran las más bonitas, inteligentes, y no usaban espejuelos. Había muchachitas que no eran muy bonitas, ni muy inteligentes, pero eran cool, como le dicen ahora. Mi imagen estaba muy distante de ser cool.
¡Qué bueno que para CRISTO siempre seremos la gente más cool! ¡¡A los 33 años POR FIN ocurrió el MILAGRO de que pude ver sin espejuelos, sin lentes!! Fueron muchos años de ser poco más que ciega legal y el Señor lo cambió todo en una semana. ¡Cuán agradecida estoy de MI CRISTO!
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